Día Internacional del Trabajo se celebra hoy en el mundo: En 1887
por acuerdo del Congreso de la Primera Internacional, celebrado en
Ginebra, Suiza, se instituye el 1 de mayo como Día Internacional del
Trabajo, en recuerdo de los "Mártires de Chicago".
HISTORIA
Los hechos que dieron lugar a esta celebración están
contextualizados en los albores de la revolución industrial en los
Estados Unidos. A fines del siglo IX Francia era la segunda ciudad en
número de habitantes de Paris Del Oeste y del sudeste llegaban cada año
por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras
villas humildes que albergarían a cientos de miles de trabajadores.
Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de todo el
mundo a lo largo del siglo XIX.
La reivindicación de la jornada laboral de 8 horas de trabajo
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la
jornada de 8 horas. El hacer valer la máxima: «ocho horas para el
trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». En este
contexto se produjeron varios movimientos, en 1829 se formó un
movimiento para solicitar a la legislatura de Nueva York la jornada de
ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de
18 horas, salvo caso de necesidad. Si no había tal necesidad, cualquier
funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un
maquinista o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas diarias debía
pagar una multa de 25 dólares.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los
Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American
Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo),
inicialmente socialista (algunas fuentes señalan el origen anarquista).
En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había
resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada
de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se
obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones
sindicales que tratasen de hacer leyes en ese sentido en sus
jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las
organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de
puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
El 25 de junio de 1868, el presidente Andrew Johnson promulgó la
llamada Ley Ingersoll, estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco
tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de
ocho y diez horas (aunque siempre con cláusulas que permitían
aumentarlas a entre 14 y 18 horas). Aun así, debido a la falta de
cumplimiento de la Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y
sindicales de EE.UU. se movilizaron. La prensa calificaba el movimiento
como «indignarte e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas»,
y manifestó que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin
cumplir ninguna hora de trabajo».
El día 1 de mayo, la huelga
El 1° de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron la huelga
mientras que otros 200.000 obtenían esa conquista con la simple amenaza
de paro.
En Chicago donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor
que en otras ciudades del país las movilizaciones siguieron los días 2 y
3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria
agrícola McCormik que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque
querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una
iglesia. La producción se mantenía a base de esquiroles. El día 2 la
policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000
personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente sus
puertas, cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies sonó la
sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se
lanzaron sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una
compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa
sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.
El redactor del Arbeiter Zeitung Fischer corrió a su periódico donde
redacta una proclama (que luego se utilizaría como principal prueba
acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25.000
octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la
fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de
sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros.
¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la
muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de
tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad
lo que nos hace gritar: ¡A las armas!. Ayer, las mujeres y los hijos de
los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que
en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se
bebía a la salud de los bandidos del orden... ¡Secad vuestras lágrimas,
los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día
siguiente, el cuatro, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket.
Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las
19.30 en el parque Haymarket. Los hechos que allí sucedieron son
conocidos como Revuelta de Haymarket.
No hay comentarios:
Publicar un comentario